Por contextualizar, y de
manera resumida, quiero comenzar este post señalando cuáles son los factores que
intervienen en un proceso de comunicación:
- Como mínimo un emisor (quien emite el mensaje) y un receptor (quien lo recibe), que pueden ir cambiando de rol en función de quien esté emitiendo el mensaje en cada momento.
- Un mensaje (lo que se quiere decir, el contenido), que se transmite a través de un canal (internet, teléfono, presencialmente) y con un código determinado (idioma, señales).
- Y todo ello ocurriendo en un contexto determinado (político, profesional, íntimo, en la calle, en una oficina, en un estadio de fútbol)
El resultado del juego del
teléfono estropeado es la evidencia de que en cualquier proceso de comunicación
ésta se degrada, agravando esta degradación en función de cómo se encuentren
los factores que en ella intervienen. Un emisor con problemas en su
pronunciación, un receptor con problemas de escucha, un mensaje mal codificado
o un contexto en el que haya mucho ruido, pueden ser potenciadores de la
degradación en el proceso de comunicación.
Todo esto se complica si
introducimos otros factores que hasta ahora no había mencionado:
- Aspectos de la comunicación verbal (CV): tono, pausas, ritmo, velocidad, volumen, claridad…
- Aspectos de la comunicación no verbal (CNV) o paralingüística: apariencia, postura, movimientos corporales, gestos…
Estos aspectos de la
comunicación verbal y no verbal son, en realidad, los que causan un mayor
impacto mucho más allá de las palabras en sí. Según teóricos de la comunicación, se habla de los siguientes porcentajes de impacto sobre el interlocutor:
- Aspectos del lenguaje corporal (CNV): impacto del 55% sobre el emisor
- Aspectos de la voz (CV): impacto del 38%
- Palabras (contenido): impacto del 7%
Es evidente, por lo tanto, que:
- Debemos ser conscientes que la comunicación se degrada siempre, por lo que el contenido de una información que nos llega a través de otro a quien también le llegó, tiene la fiabilidad que tiene. Cuando perdemos consciencia de esta evidencia la rumorología campa a sus anchas y caemos en las incorrectas interpretaciones de los mensajes.
- El cómo decimos las cosas tiene una incidencia mayor en la causa-efecto buscada o esperada que el contenido explícito de lo que estamos diciendo. Nuestra forma de hablar refleja nuestra forma de pensar y, si queremos obtener un resultado concreto en quien o quienes reciben nuestro mensaje, deberemos cuidar principalmente el cómo lo vamos a decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario