Yo lo tengo claro, mi familia es lo
más importante en esta vida. Soy incapaz de pensar en algo que le gane en importancia.
Partiendo de esta prioridad, para mi incuestionable, os hago llegar la siguiente
reflexión que como siempre podéis compartir o no conmigo.
Normalmente, en nuestra rutina son varias las tareas que nos ocupan nuestras 24 horas.
- Atender nuestras necesidades básicas como comer o dormir nos ocupan aproximadamente 10 horas, lo que sería un 40% de nuestro día.
- El trabajo y trayectos derivados, suponiendo que tengamos una jornada completa, nos vendría a ocupar unas 9 horas, es decir, un 38%.
- El 22% restante del tiempo lo dedicamos a otras actividades personales (ver televisión, leer, estudiar, hacer deporte o el cuidado personal), a tareas domésticas (preparar la comida, limpiar la casa o hacer la compra) y a las relaciones sociales (amigos y familia).
Intento hacer con este esquema la foto
de una realidad durante un día cualquiera de nuestras vidas. En él observamos
que de todo nuestro tiempo de actividad, más de la mitad lo dedicamos exclusivamente
al trabajo, mientras que la otra parte la tenemos que repartir entre tareas del
hogar, la atención que nos prestamos a nosotros mismos y aquella que dedicamos
a los demás, entre esta última, a la familia.
No cabe duda, por lo tanto, que al
primer estamento en importancia (según mi opinión) le damos tan sólo un pedacito
de nuestro tiempo. Y a veces es que no hay más remedio que hacerlo así, porque
si no trabajamos quién lleva dinero a casa, si no vamos a comprar quién come…
Como todo, la necesidad llevada al
extremo es la que nos hace caer en el error. Independientemente de cuál sea
nuestro empleo o nuestro grado de responsabilidad, dedicarle más horas al
trabajo de las necesarias y que además esto se haga ya por rutina y no por
necesidad puntual, nos come tiempo de los otros temas que también debemos cubrir
en nuestro día: restamos horas de sueño o comemos rápidamente o de manera
inadecuada, afectando directamente a nuestra salud física; dejamos de hacer
actividades que nos evaden del estrés y nos permiten relajarnos, afectando a nuestra
salud mental; dejamos de atender a los nuestros, y al final nos acabamos arrepintiendo.
Tengo muy claro que yo estoy ligado a
mi familia, a quienes sé que van a estar ahí siempre y quienes en caso de
crisis laboral o personal van a estar dándome todo su apoyo. Tengo también muy
claro que debo cumplir una serie de mínimos en mi trabajo (que en ocasiones puntuales serán
máximos) porque de ello depende entre otras cosas mi capacidad
para tener mejor calidad de vida, pero también tengo muy claro que no estoy
unido al trabajo hasta que la muerte nos separe y a la familia, en cambio, sí.
Hasta aquí mi reflexión, dejando claro que en todo momento he hablado de
familia (en mi caso padres y hermana), pero es importante destacar el matiz de que cada uno
tendréis claro quiénes son vuestra familia, en muchas ocasiones, vuestros propios amigos.
El siguiente video de una cadena
alemana de supermercados es el que me inspiró a escribir este artículo sobre un
gran valor humano como es el de la Familia.
Mis padres, dejando de lado nuestras diferencias de pensamiento o dificultades de comprensión, siempre han estado a mi lado en cada crisis, tanto laboral, personal, e incluso, anímica (¡y no han sido pocas!. Estoy totalmente de acuerdo contigo, y mis padres están por delante del trabajo, y más cuando este empleo ya no es desarrollar tu profesión o lo que te llena, sino una de las vías de ganar un irrisorio sueldo. ¡Felices fiestas, Álex!
ResponderEliminarGracias por el comentario Anna. Bon Nadal :)
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