Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
La broma decía así: los
suecos serán cultos, ecuánimes, solidarios, ricos, atentos, modernos, limpios,
altos y guapos, pero ¿qué hay de los suicidios? El chiste, en realidad, era
sobre cualquier otro país que se compara con Suecia, pero ya no tiene por qué
considerarse una broma. El director de cine Erik Gandini, de origen italiano y
residente en Suecia, estrena esta semana en nuestro país The Swedish theory of love,
la teoría sueca del amor, en la que examina cuáles son los riesgos acuciantes
de uno de los éxitos de la socialdemocracia del siglo XX.
El documental muestra como Escandinavia, y Suecia en
concreto, modelo de patrón social, la cuna del verdadero Estado del
bienestar, parece agotarse a sí mismo, y no por las razones que les gustarían a
los neoliberales: el sistema funciona y se perpetúa, pero su implantación a
largo plazo parece generar unos daños colaterales que requieren de una cierta
revisión. Las mujeres paren solas mientras los hombres eyaculan en un vaso. Las
personas mueren en absoluta soledad sin que nadie reclame sus cuerpos. Los científicos
inventan dispositivos para producir citas virtuales con olores, sabores y
finales felices para los que están solos. Porque de eso se trata: de soledad.
El fallo es la soledad.
-El orígen: la
socialdemocracia sueca no se basa exclusivamente en los valores del bienestar
social como mito primigenio, sino que proviene del manifiesto “La familia del
futuro: una política socialista para la familia”, un programa del gobierno
sueco de 1972 en el que se crean las directrices de la política estatal. En ellas
se establece la independencia como un derecho fundamental: el individuo es
autónomo, y puede, si lo desea, tener familia pero no necesariamente las
“cargas familiares” que originan dependencia. Solo las relaciones reales
definen a los suecos, de lo demás se hace cargo el Estado. Así, las
interacciones se basan en la independencia. La premisa es sencilla: si una
mujer, por ejemplo, depende económicamente de un hombre, ¿es su relación
voluntaria?
-El milagro: desde la raíz de
la teoría social y económica en Suecia, se deriva la enorme carga del estado
para garantizar los derechos que consideran básicos e inalienables: una
jubilación intocable, educación infantil, sanidad universal, y distribución
igualitaria de la riqueza. Pese a que el modelo sueco ha sufrido idas y venidas
a lo largo de las décadas -y en la actualidad se prima por la libertad
ciudadana de elección y la incorporación plena del empresariado- según las
cifras de la ONU, Suecia tiene uno de los niveles de pobreza más bajo del mundo
(6%) y está entre las cinco naciones con la distribución del ingreso más
igualitaria.
-Los fallos: la letra pequeña
(o no tan pequeña) del entramado tiene que ver con el concepto de
independencia. La idea que prima es “deshacerse de estructuras familiares
rígidas y normativas”, y favorecer lo que se denomina “el más sueco de los
valores”, es decir, la independencia. Así, encontramos parte del reverso
tenebroso: una sociedad plasmada como aséptica, con evidentes dificultades para
relacionarse en una especie de síndrome de Asperger global que se traduce en
nuevos fenómenos sociales. La mitad de la población, cuarenta años después del
manifiesto, vive sola. La Cruz Roja sueca estableció en un estudio que el 40%,
además, se siente sola e inició una campaña para frenar los riesgos de la
exclusión en la tercera edad. La interacción entre ciudadanos es tan escasa,
por ejemplo, que los refugiados que llegan a Suecia tardan siete años en
encontrar trabajo, la cifra más alta del mundo (nota: un lector escéptico
podría hacer notar que al menos Suecia acoge refugiados).
-Los riesgos: evidentemente, la individualidad no es un invento sueco. Pero el discurso occidental contemporáneo hace que el Estado del Bienestar sueco acompañe de estos cambios estructurales de una ideología que fomenta y celebra su aislamiento. A falta del pegamento que aglutina a una sociedad, la competitividad y la celebración del emprendedor como nuevo cowboy solitario hacen mella en un país tecnificado y, hasta hace poco, muy homogéneo. Sin comunidad evidente, el avance de Demócratas Suecos, el partido de extrema derecha que ha crecido espectacularmente en los últimos años, no hace sino evidenciar que se nutre de un espacio vacío.
-Los riesgos: evidentemente, la individualidad no es un invento sueco. Pero el discurso occidental contemporáneo hace que el Estado del Bienestar sueco acompañe de estos cambios estructurales de una ideología que fomenta y celebra su aislamiento. A falta del pegamento que aglutina a una sociedad, la competitividad y la celebración del emprendedor como nuevo cowboy solitario hacen mella en un país tecnificado y, hasta hace poco, muy homogéneo. Sin comunidad evidente, el avance de Demócratas Suecos, el partido de extrema derecha que ha crecido espectacularmente en los últimos años, no hace sino evidenciar que se nutre de un espacio vacío.
-La tesis: la crítica es sencilla
si se realiza desde el espacio más conservador. La “calidez” que se ha usado
estereotípicamente para defender modelos mucho más desiguales -quien no
recuerda a Ana Rosa Quintana y sus cervecitas y terracitas como respuesta a la
tristeza escandinava- no se presentan como alternativa para los suecos. La
revisión del modelo sueco pasa por la búsqueda de alternativas de
interdependencia -algunos apuntan a cambio optimistas señalando las reuniones
espontáneas que comienzan a darse ciudadanos suecos e inmigrantes, o en webs en
las que se anima a gente que vive sola a cocinar en conjunto-. Comienza a
vislumbrarse la necesidad de asumir que la comunidad, como concepto, puede
salvarles.
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