Hoy se escribe un nuevo
renglón en la Historia de España: el Príncipe Felipe se convierte en Rey. El
pasado 2 de junio nos hicimos eco del mensaje que su padre, el Rey Juan Carlos
I, comunicaba a todos los españoles en el que explicaba los motivos que le
llevaban a la abdicación de la Corona.
Me parece interesante hablar en esta ocasión de la marca personal
de Juan Carlos I, pues se trata de una marca personal que gozó de cierta estabilidad
a lo largo de sus años de reinado, pero que de un tiempo a esta parte ha dado
un giro de 180º, pasando de ser un Rey bastante apreciado dentro y fuera del
territorio español a convertirse en uno de los personajes públicos más
criticados.
Yo nací bajo el reinado de Juan Carlos I, en unos años en los que España
ya había pasado por una etapa de transición de la dictadura a la democracia y
en los que el monarca era considerado un gran embajador del país. Estuvo
presente en momentos críticos como fue el intento de golpe de Estado de 1981,
asegurando la estabilidad de la democracia; apoyó la unidad europea y sus
visitas internacionales propiciaron relaciones con otros países, que vendrían
bien para un país con un pasado reciente caracterizado por más penas que
glorias. Estas funciones institucionales junto a su forma de ser cercana al
pueblo, bromista, humilde y campechana le ayudaron a crear una huella en la
mayoría de los españoles que parecía impecable.
Lejos de abucheos, críticas y silbidos, al Rey y a la Reina se les
aplaudía, se les vitoreaba y se les regalaban muestras de cariño en cualquier pueblo,
ciudad y país que recibiera su visita. Pero entrado el siglo XXI la crisis
financiera y el paro, el caso de corrupción de su yerno Iñaki Urdangarín en el
que también se vio implicada su hija la Infanta Cristina, sus escarceos
amorosos con la princesa Corina y su fotografía junto a un elefante que acababa
de asesinar en Botswana, entre otros, hicieron que todo lo que había ganado en
décadas anteriores se desvaneciese tras una avalancha de lodo que fue borrando
cada una de las huellas que había ido dejando en el corazón de los españolitos. A aquellos que ya de por sí no eran partidarios de la monarquía se
les fueron uniendo poco a poco nuevos detractores, que con argumentos tan antisolidarios y corruptivos en momentos de dificultades en sus hogares
cambiaron la idea de ejemplaridad que tenían del monarca y su familia por un
ataque directo hacia su persona.
La Casa Real, que no es ajena a estos hechos, ha decidido en un
momento claramente estratégico hacer el cambio de papeles y poderes entre el
Rey y su hijo. La crisis política de los partidos hasta ahora líderes del país,
el surgimiento de nuevas fuerzas políticas populares, el efervescente grito por
la disgregación de la unidad del país y la innegable metida de pata de Juan
Carlos y de algunos miembros de su familia han propiciado la premura de la
abdicación.
Si en otros artículos ejemplificaba sobre la buena labor de creación
y mantenimiento de las marcas de personalidades como el Papa Francisco, Leo Messi, Nelson Mandela o Adolfo Suárez, la de Juan Carlos I es sin duda el ejemplo de cómo
una marca personal potente y firme se ve destrozada por la propia persona y por
sus más allegados.
Falta ahora por ver cómo continuará la saga Borbón con Felipe VI, un
nuevo Rey del que algunos opinan está perfectamente preparado para estar al
frente de esta España que no remonta y otros, en cambio, piden a gritos un
referéndum para votar a favor de la III República.
Muy bueno.
ResponderEliminarSaludos a lo lejos compañero.
Muchas gracias David José por tu comentario. Un abrazo!
EliminarPermítame coincidir tu visión "dentro de España" pero, disentir en relación a su imagen internacional, especialmente en América Latina. Por esas tierras, se lo respeta y aunque no se entienda muy bien "que hace y para que sirve un Rey" pesa más su sonado "por que no te callas" a Chaves que cualquier hecho reciente...
ResponderEliminarSí Roberto, siempre me refiero a cómo se vive desde aquí. Imagino que muchas de las cosas que se comentan en este artículo son descubrimientos para muchos de quienes fuera de las fronteras españolas lo hayan leído. Lo que está claro es que los medios de comunicación nos manipulan como quieren por lo que si ya son evidentes las diferencias divulgativas de los medios dentro de España, no quiero ni imaginar cómo deben ser las diferencias con respecto al extranjero. Un saludo y gracias por tu comentario Roberto!!
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