martes, 14 de marzo de 2017

Así es como los animales aprenden a solucionar problemas (por Alberto Barbieri)

Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.

Los que mejor se adaptan y más aprenden son los que viven en entornos sociales complejos.

Los chimpancés deben imitar a otros individuo de su especie para aprender algunos comportamientos (aprender / Getty Images/iStockphoto)

“Sin la civilización, el ser humano sería uno de los animales más débiles y menos inteligentes: esta verdad a menudo ha sido enunciada, pero aún no se ha comprobado rigurosamente”. Lo escribía en sus diarios Jean Itard, pedagogo francés, que en el año 1800 emprendió el intento de rehabilitación de Víctor, el célebre niño salvaje de Aveyron, un joven de doce años encontrado en los bosques de Francia, donde había crecido hasta entonces al ‘estado natural’.

El hecho de que sea la sociedad, entendida como convivencia e intercambio de información entre semejantes, la que favorezca los mecanismos del aprendizaje ha sido objeto de varios estudios y debates, hasta cuando el objeto son los animales. Un reciente estudio de la Universidad de Hamburgo ha examinado las habilidades de resolución de problemas de los animales, en relación con la complejidad de la estructura social de su especie.

Vivir en sociedad ayuda el aprendizaje

Las pruebas llevadas a cabo con cuatro especies de loros con diferentes sistemas sociales encontraron que los animales pertenecientes a grupos más complejos manifestaban una mejor capacidad de problem solving y de adaptación a nuevas situaciones.

“Una sociedad compleja requiere una mayor participación de los individuos y un reparto de tareas. Ello implica una mayor motivación y, por tanto, un mayor esfuerzo en las capacidades de respuesta y cooperación. De ahí, un mayor desarrollo de las habilidades cognitivas”, argumenta el profesor Miguel Ibáñez Talegón, profesor de Etología y Bienestar Animal en la Complutense de Madrid.
El aprendizaje compartido

Una de las teorías más fascinantes, aunque muy criticada, sobre el aprendizaje social es la llevada a cabo por el biólogo ‘hereje’ Rupert Sheldrake, que ha trabajado con los campos mórficos y lo que él denominó ‘séptimo sentido’, para demostrar que lo aprendido por individuos pertenecientes a la misma especie es emitido al exterior y compartido entre todos, aunque se encuentren en continentes distintos.

Esto explicaría la propagación de un nuevo conocimiento aprendido por un individuo y que luego haya sido transmitido rápidamente a toda una especie, a falta, sin embargo, de capacidad de lenguaje y pensamiento abstracto. “Es cierto que -relata el profesor Ibáñez- a veces te sorprende como los animales sepan reaccionar al primer intento de forma eficaz a estímulos con los que no habían tenido contacto anteriormente”.
Lo que somos y lo que aprendemos a ser

Sea como sea, los procesos de aprendizaje en el mundo animal siempre han representado un reto para los etólogos de todo el planeta. En general, se acepta universalmente la distinción entre conductas innatas y aprendidas. Hay acciones que un animal ya sabe cumplir de forma autónoma y otras que, en cambio, debe aprender, imitando a sus semejantes.

El chimpancé recién nacido es capaz de mamar la leche de la madre, mientras que para aprender cómo extraer termitas del tronco de un árbol, debe imitar a otro individuo de su especie. La primera acción es un comportamiento innato, porque nació con el animal, heredado de los padres e ‘inscrito’ en sus cromosomas.

La segunda acción, sin embargo, es un comportamiento aprendido. En general, cuanto más alto se sube en la escalera evolutiva, más son los comportamientos aprendidos a expensas de los dictados por el instinto.
Los módulos de comportamiento aprendidos, a diferencia de los instintivos, no aparecen en el animal que no haya experimentado determinadas experiencias, ya que derivan de las interacciones con el ambiente. 

“Los animales aprenden emitiendo una respuesta a los estímulos que existen en el medio donde viven y observando las consecuencias. Es decir, se trata de un proceso adaptativo que requiere habilidades mentales e implica un alto riesgo. En todo ello interviene la motivación, la cual permite hacer el gran esfuerzo que requiere este proceso”, explica Ibáñez.
Varias maneras de aprender

Las formas con las que los animales pueden aprender son varias: por habituación, por asociación de estímulos, por ensayo y error y también por aprendizaje latente, donde el conocimiento adquirido se manifesta más adelante en el tiempo, y sistemático, donde se aprende directamente el principio sobre el cual se rige una prueba o, en otras palabras, se descubre el truco.
Los animales también pueden aprender de forma intuitiva, lo que la psicología llama aprendizaje por insight. En este caso, la solución al problema no llega por ensayo y error, sino que aparece de repente. Es el ‘¡Eureka!’ de Arquímedes. Por otra parte, a menudo los animales empleados en las pruebas de aprendizaje muestran una mejora en su rendimiento con el paso del tiempo, como si aprendieran a aprender.

Finalmente, una forma particular de aprendizaje es el imprinting, que se produce en las primeras etapas de la vida y es indeleble en el tiempo. Un claro ejemplo son los pollitos que, nada más salir del huevo, identifican como progenitor a lo primero que ven, ya sea la madre, una persona u otro animal. En este sentido, se hizo famosa la oca Martina, que confundió al etólogo premio Nobel Konrad Lorenz con su madre, forzándole a su adopción.

Todos los niños que se cree hayan sido criados por animales, como Víctor de Aveyron, han tenido una recuperación difícil y muy parcial, especialmente en la verbalización. Estos casos nos dicen que, en cierto sentido, incluso los seres humanos se hacen, no nacen. Sin la transmisión cultural de miles de generaciones que nos han precedido y de la sociedad que nos rodea, probablemente, volveríamos a vivir como monos.
actualizado 25 enero 2017 16:19
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